viernes, 2 de octubre de 2015

Las casualidades no existen

A esta altura ya todos saben que hace meses -y durante meses- estuve trabajando en un hermoso proyecto: la ilustración del clásico inglés El viento en los Sauces, escrito por Kenneth Grahame, que como libro, vio la luz recién por septiembre de este año. Algunos, también sabrán que en este mismo septiembre, otro libro de características muy diferentes, también fue presentado en sociedad: la nueva novela de Gabriela Margall, El secreto de Jane Austen.


Y muchos también deben saber que con Gabriela nos conocimos a través de nuestros blogs, somos amigas desde hace varios años, y que nuestra amistad se sostiene por charlas casi diarias, en las que hablamos de todo y en las que tenemos días "frívolos" y días "profundos". En nuestras charlas, solemos compartir alegrías y desencantos, frustraciones y felicidades, en torno a nuestros trabajos, también.

Mientras ella escribía su novela, enredada y feliz por el desafío de estar escribiendo su primera novela contemporánea -de la que poco a poco ella me iba dejando entrever alguna cosita-, yo ilustraba con mil detallecitos muy british, esa historia para chicos escrita a mediados de 1800, y le mostraba mis bocetos y avances. Su novela, con personajes contemporáneos, tiene a Jane Austen como hilo conductor, y entonces, lo inglés de los tiernos e hilarantes personajes de El viento en los sauces, se mezclaban con lo inglés de la escritora admirada por Gabriela.

Entonces, un día de verano de mucho calor, le mostré una de las tantas ilustraciones de uno de los muchos capítulos, y Gabriela exclamó: -¡Sexy Fauno!


Yo no sabía, aún, que el Fauno sería otra de las ¿casualidades? que unían nuestros trabajos y charlas por esos días... Sólo meses después, cuando terminada la novela, Gabriela me permitió leer algunas partes, descubrí que los faunos recorrían las páginas de ambos libros con la libertad que sólo estos personajes mitológicos tienen.

Lo que le gustaba de Botticeli eran los bosques, las flores, los árboles que pintaba. Ese color verde oscuro, oliva, esos fondos enrejados de ramas verdes y florcitas blancas. Le contó de las ninfas fugitivas, de lo mucho que le gustaban y de cómo habían inspirado su libro Cuentos fugitivos, cuentos de faunos que perseguían como enloquecidos a ninfas que despertaban su amor. Allí, en el bosque la ninfa que huía de pronto quería ser alcanzada y el fauno no hacía otra cosa que amarla cada vez más. Pero nunca se alcanzaban, porque el hechizo estaba en ser perseguida y desear ser alcanzada y perseguir y no alcanzar nunca. Le habló de una mujer disfrazada con una cabeza de loba que asediaba a un pastor y de su fascinación por esos seres mitad humanos mitad animales. De que en la antigüedad —ella lo sabía— los mitos se representaban y los oficiantes de los rituales se disfrazaban de animales y consumaban el acto sexual en el ritual. Que en definitiva, todo mito era sexual y que él no hacía otra cosa que escribir sobre sexo. 
Párrafo de El secreto de Jane Austen, Gabriela Margall, Ediciones B, 2015.





Pan, el Dios de los Bosques, es el Fauno que aparece en El viento en los sauces, y que tiene su página especial al final del libro, explicando su aparición el la literatura y festivales ingleses de los siglos XVIII y XIX en Inglaterra.

El Fauno de Gabriela, aparece de la mano de Julián Cavallaro, el protagonista de la novela, intentando encandilar a su ninfa, Laura Robles, la bella historiadora dueña de un hermoso sentido del humor, que protagoniza la novela de Margall.


Y yo... no creo en las casualidades ;)

Acá pueden ver la entrada gemela que Gabriela escribió contando esta experiencia. ¡No se la pierdan!



No hay comentarios.: